Cuando tenemos la más mínima sensación de dolor, queremos que se vaya inmediatamente. Y eso es comprensible. El dolor crónico es frustrante y debilitante. La última cosa que queremos hacer es prestar más atención a nuestro dolor.
Sin embargo esa es la premisa básica que encontramos detrás de la atención plena o mindfulness, una práctica que ha demostrado ser efectiva para tratar el dolor crónico (entre otras cosas).
El Mindfulness suele describirse como el acto de “prestar atención a algo a propósito y con nuevos ojos”. Esta es la razón por la que atención plena es tan útil. En lugar de centrarnos en nuestro deseo de que el dolor pare, prestamos atención a nuestro dolor con curiosidad y sin juicios.
Este enfoque es muy diferente de lo que nuestro cerebro de forma natural hace cuando experimentamos la sensación fisiológica del dolor. Nuestras mentes suelen lanzarse a una larga lista de juicios y pensamientos negativos.
Comenzamos reflexionando sobre cuánto odiamos el dolor y cuánto queremos que se vaya. Juzgamos y valoramos el dolor, y eso lo hace aún peor. De hecho, nuestros pensamientos y juicios negativos no sólo exacerban el dolor, sino que también alimentan la ansiedad y la depresión.
Lo que también empeora las cosas es que nuestras mentes comienzan una especie de tormenta de ideas buscando formas de calmar el dolor. Esto crea mucha frustración y un sentimiento de estar atrapado y sin salida.
El Mindfulness enseña a las personas con dolor crónico a sentir curiosidad por la intensidad de su dolor, en lugar de dejar que sus mentes se centren en pensamientos como “esto es horrible”.
También enseña a las personas a dejar de lado las metas y expectativas. Cuando se espera que algo va a aliviar el dolor y esto no sucede, o al menos no tanto como nos gustaría, la mente entra en estado de alarma y empieza a tener pensamientos como “nada funciona”.
Nos planteamos la mejor forma posible de llegar a un compromiso con nuestro dolor. No se trata de alcanzar un determinado objetivo, como reducir al mínimo el dolor, sino aprender a relacionarnos con él de manera diferente. Se trata de una mentalidad de aprendizaje, en lugar de una mentalidad orientada al logro. En otras palabras, a medida que prestas atención a tu dolor, puedes considerar la experiencia y preguntarte: “¿Qué puedo aprender de este dolor?”.
En 1979 el profesor Jon Kabat-Zinn fundó un programa bastante efectivo, llamado reducción del estrés basado en la atención plena (MBSR), que si bien hoy en día ayuda a las personas con todo tipo de problemas, como el estrés, el insomnio, la ansiedad o incluso la hipertensión, fue creado originalmente para ayudar a los pacientes con dolor crónico.
Kabat-Zinn escribe: “En el programa MBSR hacemos hincapié en que la conciencia y el pensamiento son capacidades muy diferentes. Ambas, por supuesto, son extremadamente potentes y valiosas, pero desde la perspectiva de la atención plena, es la conciencia la que está sanando, más que el mero pensamiento… Además, es sólo la conciencia la que puede equilibrar todas nuestras agitaciones emocionales y distorsiones que acompañan a las frecuentes tormentas que soplan a través de la mente, sobre todo cuando hablamos de dolor crónico”.
La atención plena proporciona una percepción más precisa del dolor. Por ejemplo, podemos pensar que nuestro dolor se mantiene constante durante todo el día. Pero si ponemos la conciencia en nuestro dolor podemos ser conscientes de que en realidad tiene picos y valles, e incluso momentos en que desaparece. Esta revelación nos ayuda a reducir la frustración y la ansiedad.
Si estás luchando con el dolor crónico algunas estrategias basadas en mindfulness pueden llegar a ser muy efectivas. En cualquier caso es importante sobre todo prestar atención a lo que funciona para ti y lo que no.
La atención plena enseña a las personas a observar su dolor y sentir curiosidad por él. Y aunque es contrario a la intuición, es este mismo acto de prestar atención lo que puede ayudar a tu dolor a integrarse con tu experiencia vital.
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